El gran engaño: cómo nos manipulan y por qué debemos despertar


Vivimos en una paradoja brutal: nunca habíamos tenido tanto acceso a la información, y sin embargo, nunca habíamos estado tan confundidos. Las redes sociales se han convertido en un arma de manipulación masiva. La mentira viaja más rápido que la verdad porque el miedo es un negocio rentable. Y en este negocio, la verdad estorba. 

El odio genera más espectadores que la compasión. El sensacionalismo vende más que la reflexión. Nos inundan con información contradictoria, fabrican enemigos invisibles y siembran la incertidumbre. Nos quieren distraídos, asustados y enfrentados entre nosotros, porque así somos más fáciles de controlar. 

Mientras discutimos en redes sociales, al otro lado del charco, en los pasillos del poder ya se están tomando decisiones que afectan a la vida de millones de personas: Expulsión masiva de migrantes. Ataques sistemáticos contra las personas transexuales. Desmantelamiento de servicios públicos. Enriquecimiento de las élites a costa de la mayoría. Despedir a millones de funcionarios. Dejar que sus amigos multimillonarios accedan a los datos privados de los ciudadanos. Todo en nombre del “progreso”, pero solo para unos pocos. 

Se recortan fondos para la ayuda al desarrollo y para las vacunas que salvan vidas en los países más vulnerables. Se aplican aranceles destructivos a las importaciones extranjeras. Se dinamitan acuerdos internacionales, se invaden territorios y se obliga a negociar ventas bajo amenazas. 

Incluso la expulsión de los palestinos de su tierra se justifica como una cuestión de "seguridad". ¿Y la respuesta de la comunidad internacional? Silencio, indiferencia o complicidad. 

Nos enfrentamos a una crisis de dimensiones históricas, pero no solo económica o política, sino una crisis de valores, de pensamiento crítico, de conciencia social. Y la gran pregunta que está en el aire: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Nos han entrenado para mirar hacia otro lado. Nos han enseñado a pensar que los problemas de los demás no son los nuestros. Que la injusticia es algo inevitable. Que la lucha no sirve para nada. Nos han convertido en espectadores pasivos, mientras el mundo arde y las libertades se desmoronan. 

Nos han enseñado a desconfiar de la prensa, de la ciencia, de las instituciones, pero no para ser críticos, sino para quedar a la deriva, sin referentes, vulnerables a cualquier demagogo que ofrezca "verdades alternativas".

Pero este caos no es un accidente. Es una estrategia. Un plan calculado para debilitar la democracia y erosionar la confianza en las instituciones. Si la gente deja de creer en la verdad, cualquier mentira puede convertirse en dogma. Si la gente deja de confiar en la política, el poder queda en manos de quienes más dinero tienen. 

El poder está cambiando de manos. Ya no lo tienen solo los gobiernos, también las grandes corporaciones, los fondos de inversión y las tecnológicas que saben más sobre nosotros que nosotros mismos. Nos han reducido a productos, a estadísticas, a consumidores previsibles y manipulables.

Nos vigilan, nos estudian, nos moldean. El algoritmo decide lo que vemos, lo que pensamos y, en última instancia, lo que creemos. Nos han robado la capacidad de decidir sin que nos demos cuenta.

Y mientras unos pocos acumulan fortunas obscenas, el resto vemos cómo nuestros derechos se reducen. Estamos viviendo un nuevo feudalismo. Si, como sucedía en la edad media les pagamos un 'diezmo', en esta ocasión a los señores feudales digitales. Nuestras cuentas de instagram o X, son gratis, pero cuando algo es gratis, el producto eres tú. Les estamos pagando un trocito de nuestros datos, un trocito de nuestras vidas para que Elon Musk recaude sus 426 mil millones y Mark Zuckerberg 133 mil millones y subiendo. 

¿Qué podemos hacer? Dos cosas: Responsabilidad individual. Sin ti no hay nada. No les entregues demás: tu ubicación, tus hábitos de vida, cuanto estas gastando, en qué y donde lo haces,... Si decides irte a Blue Sky, se acabó X. Tenemos mucho más poder del que creemos. Y la responsabilidad gubernamental es fundamental, que nuestros gobiernos en Europa regulen, que dicten otras normas para limitar este negocio con la venta de nuestros datos.

Los grandes capitales no buscan el bienestar de la sociedad. Buscan el control. Y cuando ven peligrar su dominio, no dudan en recurrir a cualquier medio para sostenerlo. Hasta compran al presidente de EEUU.El resultado de todo esto es una sociedad intoxicada por el miedo y la polarización. Cuanto más polarizada esté la sociedad, más fácil es manipularla. Nos quieren sumisos, fragmentados y temerosos.

Este retroceso hiere gravemente a la democracia y la libertad. No podemos permitir que se destruya lo que con tanto esfuerzo se ha construido. Hay que ampliar y mejorar la democracia y los servicios públicos, no acabar con ellos y dejar paso a la dictadura de los ricos. 

La historia nos ha enseñado una y otra vez que el silencio es el mayor aliado de la injusticia. ¿Recuerdan a los Nazis? No todo está perdido. Aún podemos cambiar el rumbo. Hay que exigir transparencia, enfrentarnos a la manipulación con datos y no con miedo.

La democracia no es solo votar cada cuatro años. Es participar, es cuestionar, es exigir, es resistir. Debemos recuperar el pensamiento crítico, aprender a distinguir la verdad de la manipulación, defender la educación y la sanidad pública, rechazar la normalización del odio. 

Debemos ser incómodos para el poder del dinero. Debemos recuperar la dignidad. Nos quieren débiles, pero juntos somos más fuertes. Y aún estamos a tiempo de escribir otro final.

Si no defendemos la verdad, nos la arrebatarán. Si no protegemos la democracia, la convertirán en una farsa. Si no luchamos por los derechos de los demás, los nuestros serán los siguientes en desaparecer.

Ojalá te sirva.