Ahora que ya lo saben… ¿Qué van a hacer?


Por fin alguien ha mirado de frente la herida. Después de tantos años de mirar hacia otro lado, de dejar que el tiempo pasara mientras barrios enteros sufrían en silencio, ahora sí, ahora tenemos un diagnóstico oficial.


Por fin se ha reconocido lo que muchos llevamos denunciando desde hace décadas: en Las Palmas de Gran Canaria hay desigualdad, abandono, falta de inversión y que vivir en ciertos barrios significa tener menos salud y menos oportunidades, ya que más del 40% de sus vecinos sufren pobreza severa.


El magnífico informe del grupo ECOSALUD de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, cuya directora es Beatriz González López-Valcárcel, es demoledor. Constata lo que ya sabíamos todos los que caminamos a diario por esas calles, los que escuchamos las voces de quienes viven entre paredes húmedas, sin espacios verdes, sin transporte público adecuado, sin apoyo social real.


Lo que presentaron como un hallazgo científico la alcaldesa Carolina Darias y el rector Lluís Serra ha sido, desde hace años, el pan de cada día para miles de personas: Una infancia sin futuro, una vejez sin cuidados, una vida marcada por la falta de oportunidades, la pobreza, la desigualdad económica, la precariedad habitacional, la enfermedad no atendida, por la tristeza del que sabe que no importa.


Y ahora que los datos lo han confirmado con toda crudeza, me pregunto: ¿Qué van a hacer con esta verdad? ¿Qué partidas presupuestarias se van a reorientar para reducir esta injusticia social? ¿Cuántos profesionales van a reforzar los servicios sociales? ¿Qué plan hay para transformar los entornos deteriorados y devolverles la dignidad a estos barrios? ¿Qué medidas concretas, con plazos definidos y seguimiento real, se van a aplicar desde hoy?


Cualquier diagnóstico sin acción es un acto de hipocresía. No sirve de nada descubrir la herida si no se aplica el tratamiento. Ahora ya no hay excusas. Ya no pueden decir que no sabían, que no tenían pruebas, que era una impresión subjetiva. Los datos están sobre la mesa. Claros. Dolorosos. Inapelables.


Detrás de cada dato hay personas: Ancianos de más de 85 años que viven solos. Jóvenes sin referentes, sin empleo y sin esperanza. Mujeres que cargan con todo y no tienen red. Niños que crecen sin futuro y con las drogas acechándolos en la esquina de sus casas.


Este diagnóstico no puede quedarse como un bonito acto institucional ni como una foto sonriente con un PowerPoint de fondo. Este diagnóstico tiene que ser un grito. Un punto de inflexión. El inicio de una política valiente, comprometida y transformadora.


Ya lo saben. Ahora demuestren que les importa. Porque si no hacen nada, si todo queda en palabras bonitas y promesas para la prensa, será peor. Mucho peor. Porque entonces no será por ignorancia, será por indiferencia. Y eso duele muchísimo más.


Este drama social, esta desigualdad, debe ser la prioridad absoluta de un Ayuntamiento que pretenda llamarse justo y humano. No se trata de un problema más, ni de un plan decorativo de desarrollo local. Hablamos de una emergencia social y moral. Hay vidas que dependen de ello.


Señora alcaldesa, por si nadie se ha atrevido a decírselo con claridad: esto no se resuelve con actos simbólicos ni con pequeñas subvenciones. Hace falta una inversión millonaria. Planificada. Ambiciosa. Y a largo plazo. Esto es una carrera de fondo, no una foto de salida. 


Y otra cosa más, este año usted autorizó el gasto de un millón de euros para traer a un famoso cantante de reguetón. Sabiendo ahora estos datos, este diagnóstico tan crudo, tan doloroso, tan real… ¿Lo volvería a hacer? ¿Cuáles son sus prioridades para el próximo año?


Es imprescindible una apuesta decidida por la educación social: sin educadores de calle, sin trabajadores comunitarios, sin mediadores que conozcan el barrio y sus heridas, no hay cambio real posible.  


La atención primaria en salud está colapsada. Los servicios sociales están al límite. Los programas educativos son insuficientes. Los proyectos culturales que transforman realidades desde dentro apenas sobreviven. La precariedad también se instala en quienes cuidan.


No queremos más fotos sin compromiso. No queremos más diagnósticos sin alma. Queremos decisiones valientes. Presupuestos reales. Personal cualificado y suficiente. Seguimiento constante. Coordinación entre áreas,...


Este debe ser el gran proyecto de ciudad: el de la justicia social, el de la igualdad de oportunidades, el del derecho a una vida digna en todos los barrios, no solo en los céntricos.


Y para terminar quiero agradecer a todas las personas que, desde hace años, sostienen la esperanza. Vecinas y vecinos que se organizan, que se ayudan, que cuidan. Educadoras, enfermeras, maestras, voluntarias, activistas. Ellas y ellos han sido la red invisible que ha evitado que esta ciudad no sea, todavía, el caos más absoluto.


No los dejen solos. No les fallen de nuevo. Ya no hay excusas. Ya no pueden decir que no lo sabían. Ahora que ya lo saben… actúen.